¿Cómo se llamaba esta mujer?

Si no lo sabe sepa, al menos, que mañana, 11 de febrero, se celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia

Retrato de Marie-Anne Pierrette Paulze y su marido, Antoine Laurent de Lavoisier, padres de la química moderna. Obra de Jacques-Louis David, dominio público.



El cuadro que reproduzco en este post es muy conocido. Si lo suyo son las artes es posible que lo reconozca como una de las obras más famosas de Jacques-Louis David, y si lo suyo son las ciencias es posible que haya reconocido al hombre del cuadro: el químico Antoine Laurent de Lavoisier.

¿Pero y la mujer? ¿Se ha preguntado alguna vez cómo se llamaba la mujer del cuadro? ¿Era la esposa de Lavoisier? ¿Quizá su hija? ¿Su hermana? ¿Una señorita que pasaba por allí y aprovechó para colarse en el retrato del famoso científico?

Es posible que en este momento esté pensando ¡Pues es verdad! ¿Quién sería?



No es raro que sepa quién era él pero no quién era ella. No sabemos cuando empezó el problema, pero sabemos que Christine de Pisan, a principios del siglo XV, ya tuvo que alzar su voz (o su pluma, más bien) para defender la idea de que las mujeres eran tan válidas como los hombres: a esta denuncia se la conoce como la querelle des femmes.

Casi cuatro siglos más tarde, a finales del XVIII, Mary Wollstonecraft pedía un giro en el sistema educativo francés para que las niñas fuesen educadas igual y junto a los niños. Pero el modelo que finalmente se impuso fue el inspirado por Rousseau, quien consideraba que había que educar a la mujer para servir al hombre. Y se lo pidió al sistema francés por empezar por algún lado, porque por aquel entonces en todo el mundo se consideraba que la mujer, como en los tiempos de Christine de Pisan, era inferior al hombre.


Así que ¿Para qué formar en ciencias a una mujer? Total…

Marie-Anne Pierrette Paulze había crecido en esa Francia de antes de la revolución, y a sus trece años contrajo matrimonio con Antoine Laurent de Lavoisier, que le doblaba en edad…



Marie-Anne y Antoine trabajaron codo con codo en las investigaciones que dieron lugar a la publicación del Tratado elemental de química, hoy considerado texto fundacional de la química moderna, y que salió de la imprenta con el nombre de Antoine Laurent de Lavoisier en la portada… pero sin el de su mujer Marie-Anne.

¿Por qué? Pues porque en aquella época, recordemos, las mujeres no eran consideradas capaces de llevar a cabo una investigación científica. Si acaso se consideraba que podían participar realizando tareas menores tales como la realización de grabados, la traducción de textos, la toma de notas, etc, pero no se consideraba que tuviesen la “genialidad” necesaria para dirigir una investigación: solo para obedecer órdenes.

Entonces estalló la revolución, Antoine fue decapitado y su laboratorio fue requisado por los revolucionarios.



¿Y Marie-Anne? Marie-Anne sobrevivió a la revolución, recuperó el laboratorio y los archivos, continuó las investigaciones, publicó una segunda edición revisada del Tratado elemental de química y más libros también de química… siempre bajo el seudónimo de Antoine


¿Por qué? Creo que ya he dicho que en aquella época no se consideraba que las mujeres pudieran desarrollar una investigación científica. Que le pregunten a Ada Lovelace, cuyo trabajo sobre la posibilidad de programar la máquina de Babbage cayó en el olvido en cuanto se supo que tras sus iniciales A.A.L. había una mujer. Y eso fue a mediados del siglo XIX.


A finales del XIX ya era posible para una mujer estudiar en la universidad… en Francia. No así en Polonia, y por eso Maria Salomea dejó su país para estudiar en París. Se casó con Pierre Curie y juntos ganaron un premio Nobel. En realidad la Academia quería darle el premio a Pierre y no a ella, pero Pierre se plantó y se negó a aceptarlo si no se reconocía el trabajo de su mujer. Eso fue en 1903.

En España el acceso de la mujer a la universidad no fue garantizado por ley hasta el 8 de marzo de 1910, gracias al esfuerzo de Emilia Pardo Bazán.


Aún así hace poco más de cien años todavía se consideraba una excentricidad el hecho de que una mujer fuese a la universidad. Durante muchos años se siguió considerando que las mujeres eran inferiores a los hombres, y que si en un equipo mixto se lograba algún éxito el mérito era indudablemente de los hombres. Así qué ¿Para qué nombrar a las mujeres, si se suponía que no realizaban contribuciones significativas a la Ciencia?



Marie Curie llegaría a ganar un segundo premio Nobel. Su hija Irene ganaría otro.



El 10 de abril de 2019 un equipo liderado por Katie Bowman publicó la primera fotografía de un agujero negro. Inmediatamente hubo un intento de desacreditarla para atribuir el mérito a un miembro masculino de su equipo: Andrew Chael. Fue el propio Andrew Chael quien desmintió el rumor y defendió públicamente el mérito de Katie Bowman. La querelle des femmes, al parecer, aún no está resuelta.

Así que no se sorprendan si no sabían quien era la mujer del cuadro.



A lo largo de la historia de la Ciencia muchas mujeres han sido silenciadas, olvidadas o suplantadas. El resultado es que la mayoría de la gente apenas podría mencionar unas pocas científicas (y la mayoría solo se acordaría, si acaso, de Marie Curie). Este vacío refuerza la antigua idea de que la Ciencia es cosa de hombres, dificultando la entrada de mujeres en el mundo científico y cerrando el círculo vicioso, la pescadilla que se muerde la cola.

Mañana es 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Va siendo hora de romper el círculo.