Un té, por favor.

– Hola. ¿Has llegado hace mucho?

Se lo encontró sentado en una de las mesas del bar. Pensaba que no llegaba. La agenda era demasiado apretada en estos días y, además, llegar hasta aquí no había sido fácil.


– Buenas tardes. Hace cinco minutos que he llegado, no te preocupes.

En realidad había llegado hace media hora. Le gustaba llegar pronto a sus encuentros y examinar el terreno. Había que ser precavido y comprobar que no hubiese gente indeseada a los alrededores.

Sobretodo hoy, especialmente hoy. 

– Perfecto. ¿Cómo te va todo? . Hace mucho que no te veía. Jeje. 

 Intentó forzar una risa para romper el hielo mientras se sentaba.


– Todo va…bien…bueno, teniendo en cuenta las circunstancias, claro. 


– Claro… 

 Se produjo un incomodo silencio. Se miraron los ojos sin pestañear, sin decir nada. Siento el abismo que se avecinaba.


– Disculpen. ¿Quereis tomar algo?


Un camarero se les acerco y rompió la tensión.


– Pues traigo calor de la calle, así que yo un café con hielo, si puede ser. 

– Vale.

Lo apuntó y miró a la otra persona. 

– Un té, por favor.  

– ¿Con leche? 

– Solo. 

– Solo. Apuntado. Ahora mismo os lo traigo.


Desde hace mucho se acostumbró a tomar un té caliente en los días calurosos. Ayudaba a regular la temperatura corporal y sudar menos. 


– Curioso que el calor solucione un problema y por otro vaya a destruirlo todo.


Pensó en voz alta. 

– Bueno, el calor de ahora no tiene porque ser un problema. Justo por eso estoy aquí.

Abrío la carpeta que traía y saco unos documentos. Se la pasó. 

 – Si, ya sé.


Cogió la carpeta, la abrió y empezó a observar fotos, gráficos y cálculos.

Se detuvo en una. 

– ¿Ya ha empezado? 

– Sí. 

– Pensaba que iba a tardar más. 

– Pero los de arriba, ya sabes. Ahora ya lo quieren todo.


– Si. ¿Y cuál es el plan? 

– Aprovecharlo y abrir la ruta del Ártico. 

– ESTAIS LOCOS.

Alzo la voz, un anciano en la otra esquina les miró. 

– Estaís locos.

Repitió con una voz más baja. 

– A mi no me incluyas. Yo cumplo ordenes. 

– Pfff. ¿No pensais que si derretis el hielo a parte de liberar una nueva ruta podeis liberar bacterias que pueden acabar con medio mundo? 

– Bueno, eso no lo sabemos. Para ver como se comporta el mundo queremos hacer una prueba antes. 

– ¿ Cómo? ¿Qué prueba? 

– Justo para eso te he llamado. 

 Lo que tenía que pedir no iba a ser fácil. Nunca lo era pero esta ocasión era muy dura. Miro de nuevo sus ojos. Pidiendo clemencia ante lo que iba a pedir. 

– Ya sabes que la previsión de perdidas es enorme. 


– Sí, un sesenta y seis por ciento en los próximos veinte años pone en vuestro documento. 

– Así es. Y es inevitable. Por eso queremos hacerlo de manera escalada… 

– Y así ganar más poder mientras.

Interrumpió. 

– Así es. Por esooo…quedemos que dejeís de hacer controles de seguridad alimentaria. 

– ¿Dónde? 

– En China. Queremos que se extienda allí. Iremos controlando y midiendo todo el proceso. Todas las reacciones. 

– No sois humanos, no se lo que sois pero personas no. 

– Importa poco lo que seamos. Va a ocurrir. Si tu no quieres llamaré a…



El camarero apareció de improviso y puso en la mesa el café, un vaso con hielo, la tetera y un taza. 

– Perdonad. ¿Queríais azucar?


– No gracias. 

 Guardo la documentación en la carpeta. 

– No, yo tampoco. 

– Vale.   

 Y se fue. 

– Esta bien. Lo haré. Y después ¿que pasará? 

– Comenzará la fase de negociaciones por las nuevas rutas. 

– Bonito eufemismo para hablar de guerra. 

– Sí. 

– Bueno, mejor me voy. Hay mucho que hacer. 

– ¿ Y tu té? 


 Se tomó el té hirviendo, se levantó y mientras salía notaba quemarse su garganta, pero que más da si el mundo iba a arder.