La inflación de los títulos universitarios

Así como imprimir billetes le resta valor a la moneda, hacer de los títulos universitarios, también les resta valor.

Así como imprimir billetes a la Argentina, produce inflación, similar a ponerle agua al vino (hay más vino, pero de menor calidad). Algo parecido ocurre con respecto a los títulos universitarios, donde al bajar la carga académica y ofrecer gratuidad, terminamos con muchos titulados pero de baja calidad. En un mercado laboral limitado, y ni siquiera toquemos la demanda de trabajos por parte de los inmigrantes.

Sin ir más lejos, muchos de los que estaban quemando cosas en Plaza Baquedano el 2019 eran "ninis" (ni trabaja ni estudia) que habían terminado la carrera, pero no tenían trabajo.

Esta inflación no solamente ocurre en carreras que no tienen campo laboral (ej. estudios de género), que no encuentran trabajo o terminan en un trabajo que odian, que no tiene que ver con sus estudios y están cercanos al sueldo mínimo. También ocurre con aquellos que si logran ejercer en algo que estudiaron, pero la baja exigencia en la carrera termina en frustración por la alta exigencia (y competencia) que existe en el mundo laboral. Competencia, no precisamente porque el resto sea competente, sino porque habrá muchos más profesionales dispuestos a ocupar el puesto que tal profesional está ahora ocupando, y por oferta/demanda, a menor sueldo.

Haber decidido que los niños en básica pudieran pasar de curso aun cuando no aprendieran "para no afectar su autoestima", a largo plazo terminó con un país de profesionales y políticos de mala calidad, que saliendo de escuelas de economía siguen recitando estupideces como fijar precios. Votantes que se compran discursitos panfleteros de 140 caracteres y eligen a quien les ofrezca el paraíso más fantasioso.

Tampoco ayudó que ahora tanto el padre como la madre tuvieran que trabajar, porque aún con títulos universitarios, el sueldo no alcanzaba. Dejando la responsabilidad de la educación de los hijos a la televisión y a profesores que ahora deben hacer de padres, a más niños por sala y con menos autoridad (no vaya a ser que levantar la voz traume a los pobres niños). Profesores también mal pagados y resentidos, cuya única misión actual parece ser adoctrinar a los que ahora de quemar las calles pasaron a calentar los asientos de La Moneda.