Coronavirus, sedentarismo y biopolítica (Tercera Entrega) Las posibilidades de mundo después del simulacro apocalíptico

Biopolítica y discurso médico

El crecimiento poblacional, la acuciante demanda de mano de obra y la necesidad de generar subjetividades dóciles y productivas, desembocó en la aparición de un sinnúmero de conocimientos al servicio de la gestión y administración del cuerpo y la vida. No solo basta con la existencia de personas dispuestas a vender su fuerza de trabajo, sino que estas tienen que ser lo suficientemente productivas para realizar la tarea sobre-especializada, y muchas de las veces insignificante, que le es asignada. Sin embargo, nuestro cuerpo es limitado: se enferma, envejece, se atrofia y perece.

Emerge un sistema de cuidado, ligado a la medicina y a los hospitales, cuya función es garantizar la salud y la vida de los engranajes-proletarios, que son parte esencial del funcionamiento de la gran máquina. Esto, sin embargo, es insuficiente. El cuerpo, pese a la medicina, fenece. La vida útil de las personas no es ilimitada, por lo que se necesita de cuerpos-fábricas para garantizar la reproducción constante de los cuerpos-engranajes, que reemplazarán las piezas que en algún momento dejarán de ser funcionales.

Debido al hacinamiento cada vez más constante, producto de la extensión artificial de la vida y del nacimiento cada vez más incesante de personas, se torna necesario el diseño de técnicas y conocimientos ligados al control poblacional. Nacen las ciencias sociales relacionadas al control y administración del cuerpo social: antropología, sociología y economía.

La biopolítica no es más que la forma en la que ha mutado el poder dentro de la sociedad capitalista, donde la administración y gestión de la vida, tanto humana como no humana, pasa a tener un papel fundamental.

Dentro de este proceso, muchos conocimientos cobran relevancia, sin embargo el discurso médico adquiere una gran importancia. No solo por ser un expresión de nuestro profundo miedo a la muerte, sino porque las enfermedades, cada vez más extendidas en la sociedad capitalista, inciden de forma directa dentro de la esfera de la política y en la forma de cómo habitamos el mundo.

Con el nacimiento del discurso médico aparecen los especialistas de la salud. De pronto, la gestión de la salud dejó de ser parte del control de los grupos humanos y pasó a ser el monopolio de los hospitales, centros médicos y farmacéuticas. La enfermedad se empezó a tratar en base a la lógica del encierro. No es casualidad que la cárcel, las escuelas y los hospitales hayan surgido en la misma época. Las tres instituciones no son más que el estandarte de la pérdida de nuestra autonomía y parte del nacimiento de la bio-política.

La medicina alópata, cuya preocupación gira alrededor de la sanación del síntoma, pero no de la cura de la enfermedad, se consolidó como la forma hegemónica de gestionar la salud. Todos los conocimientos médicos antiguos ligados a la prevención de enfermedades, se dejan de lado y se pone a la medicina al servicio de las leyes del mercado. El cuerpo y todos sus entramados son estudiados de forma cada vez más incesante. Aunque la enfermedad preocupa, debido a que mata a los cuerpos-engranajes, se aprovecha como una situación más, para acumular capital. Sin enfermos no hay medicinas y sin medicinas no hay emporios farmacéuticos. La salud, gestionada por empresas y corporaciones como el Estado, se vuelve una necesidad en este mundo cada vez más habitado y des-territorializado, pero también cada vez más propenso a las enfermedades virales y pandemias.

Pese a ello, su funcionamiento no es equitativo. No todos los cuerpos-engranajes tienen el mismo valor y por ende, no todas las enfermedades se tratan con la misma urgencia y necesidad. Por esta razón, las enfermedades empiezan a ser preocupantes cuando afectan a los engranajes que ocupan las capas más altas de la sociedad.

A los proletarios, en cambio, nos obligan a vivir en mundo que fomenta la enfermedad, pero nos niegan las posibilidades de sanar. O nos dan paracetamol, para erradicar por un momento el malestar.

Las dos respuestas del Estado ante la crisis sanitaria

Dijimos anteriormente que las enfermedades, y el discurso médico asociada a ellas, inciden de manera directa en la forma de cómo se lleva a cabo el control y administración de las poblaciones. La pandemia, la enfermedad y la inminente muerte que esta conlleva, permiten justificar medidas que en situaciones de normalidad-democrática, serían inaceptables. Sin embargo, las respuestas de los Estado-nación frente a esta crisis, no son similares. Podemos decir que existen dos medidas que se han adoptado de manera generalizada, ambas igual de nocivas. A la primera la denominaremos la comunitaria-autoritaria, donde se restringen las libertades individuales y colectivas en nombre de la salud comunitaria. La segunda es la liberal-económica que, haciendo caso omiso a las recomendaciones de organismos especializados en salud pública, ponen en riesgo a grandes sectores de la población al negar la peligrosidad del covid-19 dentro de la salud humana, todo esto en nombre de otra entelequia, llamada economía. La primera mata las libertades en nombre del colectivo. Colectivo que solo importa debido a que es una enfermedad que ha afectado mayormente a los ricos. La segunda mata a los cuerpos en nombre de las libertades, ya que al ser indiferente ante la vida humana, antepone a la economía y al mercado como instancias más importantes que la vida misma.

En la actualidad, la mayoría de territorios nos encontramos bajo una dictadura sanitaria, siguiendo el modelo comunitario-autoritario, donde se restringen derechos de forma arbitraria y se incrementan los tratos humanos y degradantes, por parte de las fuerzas represivas del Estado, contra amplios sectores de la población. Pese a ello, estas restricciones a la libertad y dignidad, son vistas como positivas por gran parte de la población. No solo toleran el control y el abuso, sino que lo exigen, todo esto en nombre de la salud pública.

TIC´s, Medicina, transhumanismo y la superación de la vida orgánica

Las tecnologías de la información y comunicación, más conocidas como TIC´S, han cambiado al mundo radicalmente desde su aparición con las primeras computadoras en el mercado, que fueron evolucionando hasta llegar a convertirse en los smarphones que en la actualidad usamos y que nos son tan indispensables en nuestro día a día. No solo han influenciado en las relaciones cotidianas que tenemos con los otros, sino también en las estructuras macro de la sociedad como las formas de hacer política y curar a los enfermos. Los políticos hacen uso de redes sociales para influenciar en la opinión pública y conseguir votos y aprobación. Las universidades cada vez más ofrecen cursos online para que te puedas educar desde casa. La medicina experimenta de forma incesante con las posibilidades que abre el uso de la nanotecnología digital en el tratamiento de enfermedades. Y este es precisamente el punto que nos interesa analizar.

Los chips implantados en cuerpos humanos para realizar controles médicos, cada vez más son aceptados dentro de la población. En el 2004 en Estados Unidos se implantó el primer chip en humanos con fines médicos que se denominó verichip. En la actualidad existe todo un movimiento que fomenta la utilización de gadgets tecnológicos dentro del cuerpo humano para potenciar sus capacidades biológicas. Las personas vinculadas al bio-hacking apuntan hacia ello, muchos de los cuales se hacen las modificaciones por sí mismos. Sin embargo, no son los únicos que fomentan la modificación del cuerpo ya que, por ejemplo, “Expertos en nanotecnología desarrollan un sistema inmune biónico compuesto de millones de nanorrobots, que habitarían en nuestro cuerpo, abrirían vasos sanguíneos bloqueados, combatirían virus y bacterias, eliminarían células cancerosas e incluso invertirían los procesos de envejecimiento”[1]

Por ello, no debe de sorprendernos que empresas vinculadas a las tecnologías de la comunicación, como Alphabet inc., cuya principal filial es Google, tengan inversiones en la industria médica relacionada a la biotecnología, tales como Calico. Esta es una empresa afiliada a Alphabet inc., que tiene literalmente como objetivo “combatir el envejecimiento y las enfermedades asociadas.”[2] Aunque no hay mucha información sobre las investigaciones que se llevan a cabo dentro de esta corporación, podemos intuir que se utilizan los últimos avances de la nanotecnología digital para poder cumplir con estos objetivos.

Todo esto solo es la manifestación de una filosofía profunda, pero poco conocida, que se viene gestando dentro de las élites vinculadas a la industria de las tecnologías de la comunicación: El transhumanismo. Este pensamiento/práctica busca la superación de la humanidad a través de su fusión con la tecnología. Sin embargo su utopía no es del tipo ciborg, sino más bien posthumanista, ya que en última instancia anhelan un mundo en el que el cuerpo, como paradigma de vida, ha sido superado y con ello el ser humano como organismo vivo.

Para la razón instrumental pura, el cuerpo siempre ha sido un desafío. Esta quiere la inmortalidad, pero el cuerpo fenece y fallece. Esta busca la productividad infinita, pero el cuerpo desea, se cansa, sueña y caga. Todas aquellas manifestaciones de la condición humana, y por ende de nuestra corporalidad, son vistas con desprecio por este tipo de racionalidad. Para el posthumanismo, que es la máxima expresión de la razón instrumental y por ende del capitalismo post-industrial, el cuerpo no es más que un cúmulo de pus y sangre innecesario, que puede y debe ser superado. Pero esa superación no es inmediata, pasa por etapas. La primera de ellas no es más que su aceptación generalizada.

En 1998 los filósofos utilitaristas (no en sentido peyorativo, sino defensores de la filosofía política y moral utilitaria) Nick Boston y David Pearce fundaron la Asociación Mundial Transhumanista en cuyo manifiesto declararon lo siguiente:

En el futuro, la humanidad cambiará de forma radical por causa de la tecnología. Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana, incluyendo parámetros tales como lo inevitable del envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, la psicología indeseable, el sufrimiento, y nuestro confinamiento al planeta Tierra.
La investigación sistemática debe enfocarse en entender esos desarrollos venideros y sus consecuencias a largo plazo.
Los transhumanistas creemos que siendo generalmente receptivos y aceptando las nuevas tecnologías, tendremos una mayor probabilidad de utilizarlas para nuestro provecho que si intentamos condenarlas o prohibirlas.
Los transhumanistas defienden el derecho moral de aquellos que deseen utilizar la tecnología para ampliar sus capacidades mentales y físicas y para mejorar su control sobre sus propias vidas. Buscamos crecimiento personal más allá de nuestras actuales limitaciones biológicas.
De cara al futuro, es obligatorio tener en cuenta la posibilidad de un progreso tecnológico dramático. Sería trágico si no se materializaran los potenciales beneficios a causa de una tecnofobia injustificada y prohibiciones innecesarias. Por otra parte, también sería trágico que se extinguiera la vida inteligente a causa de algún desastre o guerra ocasionados por las tecnologías avanzadas.
Necesitamos crear foros donde la gente pueda debatir racionalmente qué debe hacerse, y un orden social en el que las decisiones serias puedan llevarse a cabo.
El transhumanismo defiende el bienestar de toda conciencia (sea en intelectos artificiales, humanos, animales no humanos, o posibles especies extraterrestres) y abarca muchos principios del humanismo laico moderno. El transhumanismo no apoya a ningún grupo o plataforma política determinada.[3]​

Por otro lado, conjuntamente con el surgimiento de esta filosofía dentro de las élites globales, surge su vulgarización y difusión a través de la industria cultural de masas. No por nada, muchas de las series y películas que hemos visto en los últimos años, tienen que ver con escenarios en el que ser humano se ve expuesto a una situación de inminente de catástrofe. Estos escenarios apocalípticos, en donde nos vemos expuestos a situaciones extremas, generan ansiedad, miedo, frustración, sobre todo cuando en el mundo real se presentan escenarios similares a los propuestos en las narrativas distópicas de nuestras series favoritas. Estas ideas y proyecciones difundidas masivamente por la industria cultural, generan de alguna u otra forma un desprecio hacia al cuerpo y hacia muerte. ¿Y si fuéramos inmortales? Se vuelve una pregunta recurrente. El viejo anhelo de la humanidad por la inmortalidad se vuelve cada vez más una realidad, pero para llegar a ello, tendremos que renunciar a nuestra corporalidad, que está destinada a convertirse en comida de larvas y gusanos.

A raíz de la aparición del covid-19, los medios de comunicación han construido una simulación apocalíptica. Calles completamente vacíos, supermercados repletos con gente peleando por el último trozo de papel higiénico, economías que cada vez se van convirtiendo en economías de guerra. Todo aquello, crea las condiciones perfectas para justificar las investigaciones destinadas a la materialización de la vida transhumana. Por ejemplo, a raíz de la aparición del coronavirus covid-19, muchos científicos hablan de acelerar las investigaciones del uso de la herramienta tecno-médica denominada CRISPR (en inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español «repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas« ), que se utiliza para modificar las moléculas de ADN y ARN para provocar cambios significativos en el genoma de los animales, donde se incluye a la especie humana, para evitar enfermedades ocasionadas por virus y bacterias y mejorar las limitaciones genéticas de nuestro propio código. Tal y como lo manifestó un corresponsal del Wall Street Journal: “(…) Ya se están desarrollando herramientas CRISPR que detectarán el virus y, con el tiempo, lo evitarán. Pero en una forma más amplia, el coronavirus centrará la atención de una nueva generación de científicos e innovadores. Así como la revolución digital impulsó la innovación en la última mitad del siglo XX, la revolución biotecnológica impulsará la primera mitad del siglo XXI. Los niños que estudian codificación digital serán superados por aquellos que estudian el código de la vida.” [4]

Esto no quiere decir que el acceso a estas técnicas de modificación y transmutación genética, serán accesibles para todas las personas. Solo unos pocos tendrán la posibilidad de inducir su evolución hacia la vida inorgánica, cuyo máximo exponente es la Inteligencia Artificial. Consciencia, que cada vez más está presente en nuestras vidas. Organizando nuestros calendarios, aprendiendo nuestras tipografías. Cada clic y cada like alimentan más a esta forma de comprensión del mundo, que se plantea y se erige como nuestra superación y trascendencia.

El escenario que planteamos es solo una de las posibilidades de las muchas que existen dentro del devenir histórico. Empero es una posibilidad latente, que está presente y que cada vez más obtiene los insumos, tanto materiales como psicológicos, para poder materializarse. Empero, otras posibilidades también nos esperan y quizás se materialicen en otros universos y no en el nuestro. Sin embargo, no por eso tenemos que vernos derrotados. Hoy el cuerpo se abre más que nunca como un territorio de lucha. La lucha por la autonomía, por la vida en su dimensión orgánica y por el advenimiento de la anarquía.

[1] Harari Yuval, N. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Pág. 1064. Versión electrónica extraída de: http://biologia.utalca.cl/wp-content/uploads/2018/01/De-Animales-a-Dioses.pdf

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Calico_(empresa)

[3] Declaración de la Asociación Mundial Transhumanista. en transhumanismo.org

[4] El covid-19 acelera la carrera por dominar la biotecnología (CRISPR-Cas9), fecha de publicación: 29/03/2020. Extraído de https://urgente24.com/medios/exclusivo-24/el-covid-19-acelera-la-carrera-por-dominar-la-biotecnologia-crispr-cas9.